viernes, 13 de mayo de 2011

LA ESTRATEGIA DE MONSANTO

La explotación del Sur.
La estrategia económica de las multinacionales ha consistido en experimentar los cultivos transgénicos en otras zonas del planeta donde la legislación sobre esta temática es casi inexistente. Esto ha permitido que empresas como Monsanto, Calgene, Plant Genetic System, ICI, Dow Elancos, DuPont, Novartis o Asgrow utilicen estados como Mali, Kenia, India, Burkina Faso, Bolivia, Guatemala, Costa de Marfil, Nigeria, Pakistan, Siria, Tailandia o Malasia como campos de experimentación de productos transgénicos. Además, la actual posibilidad de patentar una simiente conseguida transgénicamente, hace que los campesinos que hayan incorporado estos cultivos se vean obligados a pagar por estos a la multinacional. Actualmente, solamente la dependencia tecnológica del Sur hacia el Norte a raíz de las patentes y el Gatt/94 se calcula que llega a 102 millones de dólares, una dato al cual habrá que añadir la dependencia tecnoagrícola del Sur hacia el Norte.
La última de estas grandes patentes es la tecnología genética llamada Terminator, una modificación genética a las simientes que hace que se vuelvan estériles y el agricultor no pueda seleccionar y guardar las mejores para el año siguiente. Un auténtico atentado económico y cultural a las tradiciones agrícolas de muchos campesinos, acostumbrados a guardar semillas y compartirlas con otras comunidades.
Ante esto, no sorprenden las reacciones de este sector, el cual cuando mas va mas se encuentra con estos cultivos sin haber tenido antes la oportuna información. En Karnataka (sur de la India), los campesinos están quemando todas las plantaciones de algodón Bt (con antibiótico incorporado) y el ministro de Agricultura se ha visto obligado a reconocer el uso de los campos indúes como grandes laboratorios para este tipo de cultivos. Pero la estrategia se extiende también a los países del Este. En Georgia (exURSS), Monsanto aprovechó una ayuda de la Unión Europea para cultivos en la Europa oriental y promocionó el cultivo de las patatas New Leaf sin informar que eran transgénicas. La cosecha no llegó a un tercio de lo que se había prometido y provocó enormes pérdidas entre los campesinos. Conviene recordar que uno de los peligros mas importantes de estos cultivos es su posible mezcla con otros de carácter tradicional. De hecho, el pasado febrero la justicia británica multó los cultivos experimentales de Monsanto con 17.000 libras porque no respetaban la distancia mínima entre ellos, seis metros, una legislación impensable en otros países hipotecados a la economía de las mutinacionales. Esta es la verdadera moral de los que pretenden eliminar el hambre del mundo cultivando en los desiertos del África cualquier tipo de planta resistente a todo mal. La misma ética que en pocos años se calcula que les permitirá poseer el 80% de la producción agrícola mundial3, y que concentra en 14 empresas, el 90% de las patentes sobre los seres vivos.
La oposición en la sociedad civil.
Apoyados por las legislacions de libre comercio internacional, la estrategia principal de las mutinacionales, agrupadas en Europa en el consorcio Europa Bio, era convencer una élite económica, política y científica porque aceptasen la inocuidad de sus productos y se encargasen de transmitir seguridad a la opinión pública y de tomar decisiones sin grandes debates públicos, referendums, etc. Unos documentos filtrados por Greenpeace y reconocidos como auténticos por Monsanto reconocen esta estrategia y el cansancio de estas élites ante la respuesta de la sociedad civil4. Este hecho se evidencia con la retirada de los productos transgénicos de las cadenas de supermercados Marks & Spencer (Reino Unido), Carrefour (Estado francés), Migros (Suiza), Superquinn (Irlanda), Delhaize (Bélgica) y Esselunga (Italia). Todas estas cadenas de supermercados, convencidas previamente por Monsanto, comercializavan productos de su marca elaborados con alimentos modificados. Todos ellos conocían los datos y éstos señalan que el porcentaje de británicos que considera inaceptables este tipo de productos ha subido del 35% del pasado año hasta un 51% en la actualidad.
Por el momento, Gran Bretaña y Alemania están en el centro de la polémica, pero Luxemburgo, Austria y Noruega han prohibido la comercialización del maíz Bt de Novartis, de la misma manera que lo hizo el Consejo de Estado francés. A pesar de esto, la legislación del comercio internacional podría obligar a abrir definitivamente el mercado a todos estos productos, aunque con el claro rechazo de que hablábamos. El bloqueo de los seis grandes productores (Estados Unidos, Canadá, Japón, Argentina, Australia y Chile) durante la reciente Cumbre de Bioseguridad celebrada en Cartagena de Indias para llegar a un protocolo de comercialización y producción, enfrentados a los 132 estados restantes, hace evidente el control que una buena parte de multinacionales mantiene sobre instituciones como la Organización Mundial del Comercio, la Fda norteamericana o la Comisión Europea

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