domingo, 17 de abril de 2011

DEFINICION DE LA DIOXINA Y SUS EFECTOS

b. Definición científica de la dioxina y de sus efectos.
La dioxina es un sustancia tóxica producida durante el proceso de fabricación de algunos compuestos químicos clorados (como los PBC) o de su combustión a alta temperatura. El termino de “dioxina” recubre una familia de 210 sustancias emparentadas (para los PBC se habla de “congéneres”). La molécula mas toxica es la “tetrachloro-p-dibenzodioxina” o “2,3,7,8-TCDD” abreviada TCDD. La dioxina, como los PCB, se deposita en la masa grasosa de los animales, y puede contaminar el organismo humano a través de la cadena alimenticia. Se trata de una molécula bioacumuladora, o sea que no se destruye cuando pasa de un organismo vivo a otro. Como consecuencia, el hombre estando al final de la cadena alimenticia, corre el riesgo de absorber una concentración elevada de dioxina. Esta última, alcanza también a los PCB, puede contaminar a los recién nacidos por la vía de la leche materna o por transferencia directa por la placenta durante el embarazo.
Fines así que la dioxina TCDD está reconocida como cancerígena para el hombre, según el Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer. Mientras, algunas otras dioxinas están reconocidas que pueden provocar graves malformaciones del embrión y reducir la fertilidad así como trastornos endocrinos u hormonales. Se dice científicamente de la dioxina que es tetarogena, este término designa la producción de malformaciones. Este término que proviene del griego, significa literalmente “creación de mostros”.
c. Los peligros de la dioxina y sus efectos sobre el Ser Humano.
Efectos poderosos de la dioxina TCDD han podido ser observados después de accidentes industriales que han contaminado trabajadores expuestos. En 1948, Monsanto abre una fábrica de producción 2,4,5-T a Nitro en Virginia Occidental. El 8 de marzo de 1949, una fuga en la línea de fabricación provoca una explosión, liberando un material todavía no identificado que se escapa bajo la forma de una nube. En los días y la semanas siguientes, los obreros expuestos a altas dosis de la dioxina TCDD tienen nauseas, cefaleas persistentes y erupciones cutáneas virulentas conocidas luego como chloracne. Monsanto pide entonces un informe médico interno sobre el estado de salud de sus obreros que será entregado el 5 de diciembre de 1949 y el cual confirmará la contaminación de los obreros por la dioxina. Este estudio será revelado al público hasta los años 80 durante el juicio “Kemner vs Monsanto”. Se pueden ver adjuntas al informe fotografías de los obreros tocados por el chloracne que presentan un rostro desfigurado por grietas y pústulas y también por quistes purulentos en el cuerpo.
Finalmente, un estudio fechado en 1950 trata de 6 trabajadores particularmente tocados durante el accidente de Nitro, y realizado por el Dr. Suskind. Esta revela que un año después del accidente, sufrían todavía de chloracne pero también de trastornos de las vías respiratorias, del sistema nervioso central, de los tejidos hepáticos así como de impotencia sexual. El mismo doctor realizará una última investigación sobre el caso de Nitro veinte tres años más tarde, donde constatará que de los treinta y seis obreros contaminados por la TCDD, trece ya han fallecido a un edad promedio de cincuenta y cuatro años. [1]

¿QUE ES LA DIOXINA?

Resumen histórico de la Dioxina.
A principios de los años 40’s, unos investigadores aíslan la hormona que controla el crecimiento de las plantas, de los cuales reproducen la molécula de manera sintética. Constatan que inyectada en dosis débiles, la hormona artificial estimula el desarrollo vegetal y que en dosis fuertes, provoca la muerte de las plantas. Sin embargo, la síntesis de esta hormona artificial libera productos tóxicos derivados de la dioxina TCDD, las más tóxica para el hombre y el Medio Ambiente.
Este descubrimiento será utilizado por Monsanto por la creación de su herbicida el “Agente Naranja”, utilizado por el ejército Norteamericano de 1961 a 1971, para la defoliación de la selva vietnamita durante la guerra. Esta molécula tóxica se volvió tristemente célebre el 10 de julio de 1976, en lo que quedó para la historia como “el desastre de Seveso” en Italia.
Frente a la amplitud del desastre, los responsables de la empresa Hoffmann-La Roche son obligados de revelar el agente responsable: se trata de la Dioxina, un producto derivado de la fabricación del herbicida 2,4,5-T, un agente químico también producido por Monsanto. Hasta esta fecha, era poco conocido del público y era “un secreto de laboratorio”.

EFECTOS DE LOS ORGANOFOSFORADOS

Los efectos 

Estos compuestos órgano-fosforados ejercen su acción al impedir la actividad de una enzima llamada colinesterasa que es la encargada de destruir un mensajero químico del sistema nervioso que se llama acetilcolina. Aunque el papel de la acetilcolina es muy importante al ser el mensajero químico entre las uniones de las células nerviosas y de esa manera las comunica y les permite acciones sincronizadas entre ellas, debe ser destruida al terminar su misión pues de otra manera su acción estimuladora continuaría de manera perpetua. 

Ahí es donde entra la enzima colinesterasa destruyendo al mensajero químico acetilcolina, que ya cumplió su papel. Los compuestos órgano-fosforados inhiben la acción de la colinesterasa y por tanto se acumulan niveles exagerados de acetilcolina que producen funciones anormales del sistema nervioso y que producen la muerte. 

En los humanos intoxicados los síntomas suelen ser trastornos visuales, vómitos, diarrea, dolor abdominal, convulsiones, salivación, lagrimeo, pupilas pequeñas, dificultad respiratoria, coma y finalmente la muerte. Los exámenes comunes de laboratorio no aportan datos específicos pero al medir los niveles de la colinesterasa se obtienen niveles disminuidos de su actividad lo que permite fundamentar el diagnóstico. Existen medicamentos que mejoran la acción de la colinesterasa pero suelen tener efectos secundarios y un perfil de seguridad clínico que los hacen ser peligrosos por sí mismos. Algunos pacientes requieren el uso de aparatos que realizan la función respiratoria (respiradores automáticos). 

Cantidades tan pequeñas como dos miligramos de los compuestos órgano-fosforados han producido la muerte de humanos. Como medida de comparación y para que te des cuenta de cuán venenosos son estos productos químicos te recuerdo que una cápsula de antibióticos usualmente tiene 500 miligramos del medicamento y puedes ver que este peso es casi imperceptible a la mano desnuda. 


Adicionalmente puedo decir que los órgano-fosforados no son los únicos plaguicidas que existen, pero todos tienen niveles semejantes de toxicidad y peligro para el ambiente, y para los humanos específicamente pues algunos se han asociado a la aparición de cánceres, leucemias y linfomas. 

¿Te parecería correcto que las autoridades tomaran medidas para prohibir o limitar el uso de estos compuestos en nuestro país? 

LOS COMPUESTOS ORGANOFOSFORADOS

Los compuestos órgano-fosforados son utilizados en la agricultura para matar los insectos y plantas nocivas que atacan a los cultivos. Su uso se remonta a décadas atrás y ellos permitieron en gran medida el crecimiento exponencial de la cantidad recogida en nuestras cosechas. Se utilizaron en una época donde no se conocía mucho la interdependencia de todas las especies. 
El uso de estos compuestos eliminó a muchos insectos, incluso aquellos que no atacaban a los cultivos pero que eran la base de la alimentación de las aves y otros animales. Estos compuestos tóxicos por lo tanto también envenenaron a los animales que se alimentaban de los insectos. La cadena alimenticia se afectó en todos sus niveles, incluso se pudo seguir su trazas hasta la leche materna de las mujeres en las áreas de exposición. 

Estos compuestos se filtraron al subsuelo y fueron arrastrados por las aguas hasta los ríos, lagos y mares; también afectaron los depósitos subterráneos de aguas y la vida acuática. En áreas extensas se han eliminado las aves y las ranas, en algunos casos sus tasas de reproducción han descendido mucho y en otros casos se presentan alto número de malformaciones en los recién nacidos de estas especies. 

El descubrimiento de estos efectos dañinos tan generalizados llevó a la promulgación de leyes que prohíben su uso en los países desarrollados o del primer mundo pero, en los países subdesarrollados continúan fabricándose y usándose. Lo trágico de la situación es que lo fabrican las compañías subsidiarias de aquellas del mundo desarrollado y que bien saben que estos compuestos no deben usarse. 

LA UNIVERSIDAD DE CHAPINGO ¡¡¡¡¡¡¡¡ MIENTE !!!!!!!! Y SU ESTUDIOS ESTAN MANIPULADOS

Martes, 27 de julio de 2010
La Jornada de Oriente - Puebla - Ecología

AMÉRICA FARÍAS OCAMPO

La Universidad Autónoma de Chapingo se deslindó del estudio que dos académicos de esta casa de estudios realizaron en la región de Izúcar de Matamoros sobre los impactos ambientales, de salud, sociales y económicos que se produjeron tras la explosión de tres tambos del insecticida dimeotato el pasado 24 de marzo.

En entrevista con La Jornada de Oriente, el director general de Investigación y Posgrado de esta institución educativa, Héctor Lozoya Saldaña, aclaró que la universidad no financió la investigación, y que tampoco los maestros Pedro Ponce Javana y Gerardo Noriega, quienes realizaron el “Diagnóstico Socio­­–Ambiental de la empresa Dragón Agricultura Nacional”, les comunicaron que harían dicho análisis.

Por otra parte, Manuel Cañada Melesio, director de Enseñanza, Investigación y Servicio de Preparatoria Agrícola, departamento al que pertenecen Ponce Javana y Gerardo Noriega, respectivamente, afirmó que tampoco tenía conocimiento de que estos investigadores estuvieran colaborando en un estudio sobre impacto ambiental y de salud en el estado de Puebla.

Indicó que probablemente ambos maestros fueron contratados de manera externa para realizar dicha investigación, pero precisó que cuando se hace de esta forma, la Universidad Autónoma de Chapingo no respalda los resultados de los estudios.

El 16 de julio, día en que los investigadores entregaron los resultados del análisis que hicieron en la región de Izúcar al gobierno municipal, los habitantes denunciaron que hubo una serie de irregularidades por parte de los académicos, ya que éstos en ningún momento tomaron alguna muestra del agua o del suelo para analizarla mediante procedimientos químicos, como tampoco aclararon el origen de los recursos para financiar sus análisis.

El presidente municipal de este municipio, Rubero Galileo Suárez, sostuvo que su gobierno no financió esta investigación.

Esta reportera buscó al jefe de la jurisdicción sanitaria número 7, con sede en Izúcar de Matamoros, Alberto Gómez Orta, para preguntarle quién había financiado el estudio de impacto ambiental, de salud y económico. El funcionario no supo precisar qué dependencia fue la que contactó a los investigadores de Chapingo, pero dijo que posiblemente fue la Secretaría de Gobernación.

Explicó que después de la explosión del químico, el Consejo Estatal de Seguridad, integrado por la Segob, Salud, Protección Civil estatal y la Semarnat, acordó mandar a realizar un estudio de impacto ambiental y de salud a través de las universidades.

Señaló que probablemente la Segob fue quien se vinculó con la rectoría de la Autónoma de Chapingo o con la dirección de esta casa de estudios para que designaran a los investigadores.

DENUNCIAS ANONIMAS

Por Efraín Núñez Calderón
miércoles, 24 de marzo de 2010


Izúcar de Matamoros.- El ayuntamiento clausuró la empresa Fertilizantes Dragón en la que esta madrugada se registró una explosión por la emanación de gases tóxicos, lo que provocó la evacuación de alrededor de mil 500 personas de poblaciones y colonias aledañas.

Después de reunirse en las instalaciones de la empresa con directivos de ésta, el edil Rubero Galileo Suárez Matías colocó los sellos de clausura y afirmó que el gobierno municipal no otorgará el permiso de suelo para que la fábrica reabra sus puertas.
Desde las primeras horas de este miércoles, vecinos de inspectorías como Mihuacán y Las Bocas, y de colonias de la periferia del municipio se manifestaron en las instalaciones de Fertilizantes Dragón, ubicada en el camino a Epatlán.
En el lugar exigieron el cierre total de la empresa debido a que es una "bomba de tiempo", además de que ha provocado malestares físicos, intoxicación e incluso cáncer entre los vecinos.
Fotos Rodolfo Pérez
Fotos Rodolfo Pérez
Algunos ex trabajadores revelaron que la empresa los obligó a firmar su renuncia cuando ingresaron, además de que no contaban con prestaciones de ley, seguridad médica, ni medidas mínimas de protección.
Denunciaron que a pesar de que la fuga comenzó a las 23:00 horas, fueron avisados del riesgo dos horas después: "había una nube de humo, que te irritaba los ojos y no te dejaba respirar", dijo un poblador, quien recordó el caos automovilístico en las carreteras rumbo Atlixco, Cuautla, Morelos y Atencingo.
Por su parte, Érika Suck Mendieta, diputada local del PRI, anunció que presentará un punto de acuerdo este jueves en el Congreso del estado para solicitar una investigación de las autoridades y determinar si la empresa cuenta con las medidas de seguridad correspondientes o en su caso tener elementos para presentar una denuncia.

6 comentarios:

Anónimo dijo...
Esta es una informacion mas de lo ocurrido pero en realidad la misma autiridad tenia la obligacion de alertar ala comunidad de lo ocurrido pero no fue asi.en ciertas palabras deven de tener mas medidas de prevencion por otro caso de accidente poo que en realidad puede ser fatal. ponganse las pilas y chequen sus travajadores.
Track dijo...
Estoy de acuerdo con el comentario de Anónimo. Creo que es vergonzoso criticar el hecho de que los vecinos diesen la voz de alarma. Protección Civil debió poner en marcha un plan de emergencia para desalojar a los vecinos, pero tal parece que protección civil en Izucar y la carabina de Ambrosio es lo mismo.
Anónimo dijo...
Pues yo estoy muy contenta de que porfin izucar de MATAMOROS este unido. yo se que juntos vamos a salir de esto
Anónimo dijo...
hola atodos yo trabaje en la empresa pue la verdad no tenian mucha seguridad cuando resien entre te davan uniformes usados mascarillas usadas silas perdias tenas que pagarlas cuando mesali medieron portres años la cantidad de 5.000 pesos queno me sirvieron paranada pero ellos te obligaban a dar jornadas largas y trabar en sabado y domingo sin nininguna gente de seguridad habisto muchos acidentes pero la empresa se quedad cayada ustedes cren que es justo lo que medieron pues no sirvio para curarme la empresa esta en pesimas con diciones esa empresa esta acargo de martin fueyo alfredo de recursos humanosy en el aria de liquidos inge:jose area de polvos ing :javer en el area de laboratorio ing:victor don de fue la es plocion maru bueno espero que les sirva la informacion
Anónimo dijo...
hola buenas tardes tratando el tema de la frabrica drago quiero decir que yo trabaje 6 años en la empresa y si esta en malas condiciones y esta a cargo de director general Luis Quijano Corona, gerente ing. martin fueyo, recurso humanos alfredo caballero. area de laboratorio, victor perez, area de polvos ing. javier perez, area de liquidos ing. jose, area de almacen ing. batalla. y las mascarillas u overoles en mal estado, estando rotos, y las mascarillas con los filtros llenos de quimicos no se cambiaban hasta que pasaran 3 meces, la mayoria de los obreros problemas en la piel por rsesiduos de polvo ya que no cuenta con una aspiradora para quitar el polvo, solo se sopletean con aire comprimido que hace que se inprene mas el polvo,. a hora yo como ex epleada de la fabrica sufro de amenazas por parte de la empresa que si declaro en contra de ellos la pasare mal. yo y mi familia.
Anónimo dijo...
hola buenas tardes tratando el tema de la frabrica drago quiero decir que yo trabaje 6 años en la empresa y si esta en malas condiciones y esta a cargo de director general Luis Quijano Corona, gerente ing. martin fueyo, recurso humanos alfredo caballero. area de laboratorio, victor perez, area de polvos ing. javier perez, area de liquidos ing. jose, area de almacen ing. batalla. y las mascarillas u overoles en mal estado, estando rotos, y las mascarillas con los filtros llenos de quimicos no se cambiaban hasta que pasaran 3 meces, la mayoria de los obreros problemas en la piel por rsesiduos de polvo ya que no cuenta con una aspiradora para quitar el polvo, solo se sopletean con aire comprimido que hace que se inprene mas el polvo,. a hora yo como ex epleada de la fabrica sufro de amenazas por parte de la empresa que si declaro en contra de ellos la pasare mal. yo y mi familia.

LOS POBLADORES

Al menos 30 intoxicados deja explosión en fábrica de fertilizantes en PueblaCientos de pobladores dejaron sus casas por temor a una contingencia química. Hay suspensión de clases.

La Jornada en línea
Publicado: 24/03/2010 08:57

Puebla, Pue. Al menos 30 personas resultaron intoxicadas tras la explosión de tres contenedores en una fábrica de fertilizantes ubicada en San Juan Epatlán, municipio de Izúcar de Matamoros, en la región mixteca de Puebla. Cuatro de los afectados permanecen internados y en observación.

La explosión generó una nube de penetrante olor que ocasionó que cientos de habitantes abandonaran sus hogares por miedo a que se presentara una contingencia química.

Miguel Ángel Martínez Pérez, director del Sistema Estatal de Protección Civil (Seproci), explicó que durante las primeras horas de este miércoles tres contenedores, que almacenaban cerca de 400 kilos de dimetoato en forma de cristal, explotaron por sobrecalentamiento.

La fábrica ubicada en la carretera a San Juan Epatlán se dedica a la elaboración de pesticidas y aunque tiene conocimiento en el manejo del químico, un sobrecalentamiento ocasionó la explosión, misma que generó una densa nube y en consecuencia malestar en la población.

Los pobladores se alarmaron, hicieron tocar las campanas del templo y con ayuda del perifoneo alertaron a los vecinos de salir de sus viviendas, por lo que algunos tomaron sus documentos más importantes y salieron rumbo a Atlixco, Puebla o Cuautla, Morelos.

A decir de Martínez Pérez, la alarma fue dada a conocer por los pobladores, por lo que reinó la confusión, pues tanto autoridades estatales como municipales no ordenaron la evacuación, ya que tenían bajo control la fuga del químico.

Al lugar acudieron bomberos de Izúcar, Atlixco y Puebla; policía municipal de Matamoros y del estado, Protección Civil y el Consejo Estatal de Seguridad Pública, quienes coadyuvaron en las acciones de socorro.

La empresa, con razón social Agricultura Nacional, permitió el ingreso de autoridades encabezadas por Protección Civil Estatal, quienes hicieron una revisión al lugar.

En primera instancia se señaló que la explosión ocurrió tras el mal manejo del químico llamado dimetoato. Asimismo, se informó que la empresa será clausurada hasta que subsane sus deficiencias de operación.

El secretario de salud estatal, Alfredo Arango García, reportó que hasta el momento son atendidas 30 personas intoxicadas y añadió que al menos cuatro de ellas permanecen internadas y en observación.

Señaló que será hasta esta tarde cuando se tenga el reporte final de las personas intoxicadas, pues hasta el momento sólo manifiestan ardor en ojos, náuseas, dolor de cabeza e irritación en nariz y garganta.

En tanto, Darío Carmona García, secretario de Educación Pública estatal, confirmó la suspensión de labores en todos los planteles educativos de San Juan Epatlán, Santiago Miahuacan e Izúcar de Matamoros, mismas que se reanudarán mañana jueves.


EL MUNDO SEGUN MONSANTO

Ficha técnica:
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Título original: The World According to Monsanto
Nacionalidad: Canadá - Francia
Género: Ciencia y Ecología
Dirección: Marie-Monique Robin
Duración: 1h,49m
Año: 2008


Calificación moral: Todos los públicos



Argumento:
El mundo según Monsanto", un libro y un documental de dos horas que denuncia los efectos negativos mundiales que provocan los productos agroquímicos y las semillas de soja transgénica que comercializa la empresa más grande del mundo en el rubro.
El trabajo expone además las consecuencias que tiene para el ambiente y el suelo el monocultivo de la soja transgénica. También retrata los efectos en la salud humana de la utilización del Roundup, un herbicida sospechado de producir cáncer. En síntesis, expone la cara más oscura de la lógica económica neoliberal, a través de la realidad agrícola de América del Norte y del Sur, especialmente de Argentina.
El trabajo embiste directamente a la empresa de Saint Louis - Misuri, EEUU- que en más de un siglo de existencia fue fabricante del PCB (piraleno), del “agente naranja” usado como herbicida en la guerra de Vietnam y de hormonas de incremento para la producción láctea prohibida en Europa. Hoy Monsanto es el primer semillero de soja, maíz, algodón y productor de agroquímicos del mundo. Quien dice semilla, dice Monsanto, pero también dice alimentos.
Es la empresa norteamericana que maneja el mercado mundial de la soja. Es la misma empresa que fabricó PCB, y ocultó durante 50 años que ese aceite era cancerígeno. Ahora es empresa que produce y que patentó las semillas de soja genéticamente modificadas, para resistir agroquímicos y tempestades........

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¿QUIENES ESTAN ATRAS DE DRAGON?

Miércoles, 28 de julio de 2010
La Jornada de Oriente - Puebla -

FERMÍN ALEJANDRO GARCÍA

El comportamiento que han adoptado funcionarios del gobierno del estado en últimas fechas en torno a la empresa Agricultura Nacional Grupo Dragón hace suponer que detrás de dicha compañía existe un poder fáctico o un inversionista local que ha conseguido que las autoridades se dediquen a proteger los intereses económicos de esa planta, que utiliza 14 químicos de alta toxicidad, en lugar de defender los derechos de la población.

Existe la sospecha –tal como lo dio a conocer en 2002 una publicación especializada en agroquímica– de que los hijos de la ex primera dama Martha Sahagún de Fox podrían tener inversiones en Grupo Dragón, luego de que se supo que habían estado interviniendo en el rubro de elaboración de productos químicos para la trasnacional Du Pont.

Se dice que, en general, existe una actitud del gobierno federal de no intervenir en contra de Dragón.

De resultar ser cierto lo de los hijos de Martha Sahagún, no se acaba de explicar el trato preferencial hacia la compañía, pues los hermanos Bribiesca Sahagún dejaron de tener un trato privilegiado desde que acabó el sexenio de Vicente Fox.

Y el caso es que se dice que llamadas telefónicas salidas desde Los Pinos paralizaron a dependencias federales para actuar contra Dragón, pese a los antecedentes negros que tiene la compañía que  provocó en 1991 el peor accidente industrial que se ha vivido en Córdoba, Veracruz.

El trato privilegiado a esta compañía data desde mucho antes de que irrumpieran en la política los hijos de Sahagún.

Hace tres sexenios, Grupo Dragón llegó a Izúcar de Matamoros; venía con el antecedente de que con otra razón social, que era Anaversa, una de sus plantas sufrió un accidente el 3 de mayo de 1991 en Córdoba, Veracruz, en donde de acuerdo con investigaciones contratadas por la población de esa comunidad, los efectos de la explosión habían dejado una secuela de mil 500 personas que se intoxicaron y a lo largo de los años murieron de cáncer.

Pese a esos antecedentes, a Dragón se le dieron facilidades para instalarse, pues no le costó el terreno en donde se encuentra la fábrica y desde entonces operó sin tener ningún permiso de uso de suelo ni licencia de funcionamiento ni regulación sobre el manejo de las sustancias químicas que ahí se procesan.

Esos privilegios no solamente surgieron de parte de las autoridades locales, sino también federales, ya que la planta cuenta con un permiso de concesión de la Comisión Nacional del Agua para obtener agua del subsuelo y al mismo tiempo tiene una descarga de desechos.

En Izúcar de Matamoros existe un plan de ordenamiento urbano que tendría que prohibir la presencia de Dragón cerca de la zona urbana del municipio; sin embargo, no sólo se le ha dejado funcionar, sino que en las proximidades se instalaron una gasera y un panteón que al parecer son propiedad de una persona de apellido Mendieta, que fue un alto funcionario de la Secretaría de Salud en el pasado sexenio.

Lo relevante es preguntarse ¿quién está resultando ser tan influyente o con mucho poder económico para que el gobierno del estado se haya convertido en el defensor de Dragón?

La empresa genera 180 empleos que, por cierto, están muy mal pagados; es decir, su cierre en nada afectaría a la economía del estado.

Frente a ese dato, surgen más cuestionamientos: ¿por qué en el gobierno del estado se está buscando ayudar a dicha fábrica para que ahora se instale en San Martín Texmelucan?

¿No es más fácil mandarla a cerrar, sobre todo cuando es la única planta que en el estado elabora agroquímicos?

¿Hubo cañonazos para el cambio de actitudes de algunos funcionarios?

¿Qué hizo cambiar al secretario de Salud Alfredo Arango García, que primero fue enfático en dar a conocer que la explosión de Dragón –del 24 de febrero de este año– dejó 750 intoxicados y ahora dice que los productos químicos ahí procesados son inofensivos?

¿Por qué se empeña Alfredo Arango en defender un estudio elaborado por un par de miembros de la Universidad de Chapingo que es refutado y echado a la basura por cualquier ciudadano con más de dos dedos en la frente?

¿Por qué no se hace caso a los estudios que se elaboraron en Córdoba, Veracruz, cuando ocurrió el accidente industrial de 1991?

Las dioxinas son un componente químico que se genera por un proceso de combustión en el que hay cloro. Si los seres humanos están en contacto con ese componente en altas cantidades pueden enfermar de cáncer, diabetes o, sobre todo, sufrir daños al sistema nervioso central, entre otros riesgos.

Si en el medio ambiente hay 75 partes de dioxinas no existe ningún riesgo para la salud.

En 1991, luego de la explosión de la planta de Anaversa, se llegaron a encontrar hasta 4 mil partes de dioxinas, lo que sí era una contaminación de alto riesgo para el grueso de la población.

¿Qué espera el gobierno, que haya una tragedia como la de Córdoba?

¿Es más fuerte el poder persuasivo de los inversionistas que la salud de toda la población?

Queda claro que para algunos miembros del gobierno business are bussiness.

ANAVERSA Y SU IMPUNIDAD EN IZUCAR

Fábrica El Dragón, una historia de impunidad

por Miguel Hernández
La fábrica de plaguicidas y productos químicos Agrícola Mexicana mejor conocida como Dragón, es la segunda vez que registra una explosión, siendo el 3 de mayo de 1991, en Córdoba Veracruz, cuando tuvo su primer incidente en que propició la intoxicación de más de mil 500 personas, de las cuales 221 fueron hospitalizadas, 2 mil familias resultaron evacuadas y 400 tuvieron que ser albergadas.

Este miércoles en Izúcar de Matamoros se registró la explosión de tres contenedores de la empresa –instalada desde hace ocho en la población- que almacenaba sustancia denominado Bimetoato, la cual se encuentra en la comunidad San José Las Bocas, en el kilómetro 5 de la carretera con dirección a San Juan Epatlán, situación que provocó la huida de cientos de familias a Atlixco por miedo de inhalar los químicos.

La empresa cuando estaba en la entidad veracruzana tenía la razón social Agricultura Nacional de Veracruz Sociedad Anónima (Anaversa), la cual tras dicho acontecimiento fue clausurada y multada por la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología estatal, por regar plaguicidas organofosforados y organoclorados a varias cuadras a la redonda.

Bajo un clima de impunidad, la empresa nunca pagó por el daño que hizo. Aunque fue obligada a cubrir una reducida multa de cerca de cien mil pesos, recibió el monto de un seguro por 3 mil 500 millones de viejos pesos.

Sin embargo, para finales del año 2000 el número de muertes provocados por el accidente superaba las 200 y para 2007, según la investigación del periódico La Jornada del 2 de mayo de 2007, eran mil 500 muertes a consecuencia de diversos tipo de cáncer provocados por el contacto con dioxinas que se generaron por la mezcla y combustión de químicos que se almacenaban en dicha planta.

Dos años después, en el reportaje del 4 de mayo de 2009 de El Sol de Córdoba, se contabilizaban mil 639 defunciones derivados de aquella explosión que dejó una nube tóxica.

Lo ocurrido en aquella ciudad es considerado uno de los peores desastres químicos del continente.

Desde julio de 1991, dos meses después de la explosión, la Asociación de Enfermos y Afectados de Anaversa comenzó a levantar un padrón de habitantes de la región que tuvieron contacto con las dioxinas. A la fecha mil 500 han perecido por cáncer

CONCLUSIONES

Conclusiones
El accidente de Anaversa hizo evidente la falta de información sobre las actividades reales de esa planta; la inexistencia en la ciudad –y en el país– de planes adecuados para el control de emergencias químicas; la ignorancia generalizada de los graves riesgos a que se expone el personal de primera respuesta, así como su nula protección y escasa capacitación, para no hablar de las irregularidades por las que se le renovaron las licencias federales de salud y ambiente.
También fue notorio que, en Córdoba, –como en el resto del estado y del país– no había mecanismos de protección civil ni control alguno para reducir la exposición y los riesgos de la población cercana, ni los de los servicios de emergencia y los soldados.
A pesar de resentir en su salud los efectos adversos de la exposición continua a esos productos, sus trabajadores y los vecinos de la planta ignoraban el peligro al que estaban expuestos hasta que las llamas consumieron las numerosas sustancias tóxicas almacenadas ahí.
El accidente mostró que, desde un principio, todas las autoridades habían actuado con ignorancia, irresponsabilidad o connivencia con la empresa, pues desatendían las continuas quejas de la población mientras renovaban periódicamente los permisos de funcionamiento.
Cabe señalar que las autoridades de salud y ambiente que indebidamente autorizaron dichas renovaciones fueron separadas de sus cargos después del accidente pero, después de un tiempo prudencial, regresaron a puestos de primer nivel. Sus errores, junto con sus posiblemente ilícitas acciones, siguen impunes, mientras se desconoce cuántas personas han muerto por males derivados de los tóxicos que se incendiaron. Después, el fuego resaltó aun más el grado de complicidad entre el sector privado y el oficial supuestamente encargado de velar por la salud pública y cuidar los recursos naturales, así como la negligencia y corrupción oficiales.
La irresponsabilidad y la connivencia de las autoridades locales con los propietarios de la planta fue evidente cuando insistieron en que, para reconocer que la explosión había causado un daño, los afectados deberían demostrar la relación entre una y otro. A pesar de que, en un caso como éste, en que la exposición aguda resultante del accidente se superpuso a la exposición crónica de la comunidad, no es fácil establecer una relación causa-efecto, por lo que debería haberse exigido a los dueños que probaran que no había habido daño.
En el accidente de Anaversa, también destaca la incapacidad de las autoridades de todos los niveles para aprender de sus propios errores y evitar que en nuevos accidentes se repitieran, como ha ocurrido con el de Dragón y varios más. Así, por ejemplo, se siguen otorgando licencias a industrias que no deberían obtenerlas o permitiendo que continúen operando las que no cumplen con la normatividad vigente. Mal papel hizo también la CNDH, pues consideró que su recomendación se había cumplido, a pesar de que no fue así.
Mientras los dueños de la planta no fueron sancionados, la comunidad afectada y quienes la han apoyado han sufrido desatención, ofensas e intentos de desprestigio y han visto cómo sus derechos constitucionales se violan impunemente sin que nadie se haga cargo de atender sus justas demandas. Mientras muchos inocentes han muerto y muchos más padecen las secuelas de la exposición a las sustancias que consumió el fuego y a las dioxinas que posteriormente se produjeron, ninguno de los responsables (propietarios y autoridades) pisó la cárcel. Éstos son casos claros en los que no se ha aplicado la actual legislación ambiental ni su principio básico “el que contamina paga”.


Lo de Anaversa no ha terminado, ni terminará, mientras los afectados no reciban la atención y apoyo que requieren; mientras el local de la planta siga en pie, destechado y como fuente continua de contaminación del entorno con sustancias muy peligrosas; mientras no se draguen los arroyos y pozos afectados por el accidente, hasta asegurar que están libres de contaminantes persistentes; mientras se siga violando el derecho constitucional a la protección de la salud de quienes residen en las cercanías de plantas de alta y mediana peligrosidad en Córdoba, el resto de Veracruz o en el país, aunque no exploten. Y, desde luego, mientras se tengan que pedir, como algo especial, datos sobre los contaminantes que las fábricas emiten o desechan.
Anaversa figura entre las grandes tragedias debidas a la industria de agroquímicos y sólo podrá ser recordada positivamente cuando sus enseñanzas sirvan para prevenir casos similares; cuando el personal de atención a las emergencias no sea tanto o más afectado por ellas que la comunidad. En fin, el día en que todas las plantas que manejan sustancias peligrosas estén realmente bajo control o sean clausuradas, si se niegan a estarlo.
Recomendaciones
El país gasta mucho en indemnizaciones, reparaciones inadecuadas y no siempre suficientes y por la omisión del cumplimiento de la legislación y exigir que el que contamine, pague; es decir, en solapar a la industria para que eluda su responsabilidad ambiental y de reparación del daño, cuando este dinero podría ser mejor utilizado, entre otras cosas, para llevar un registro de las instalaciones y actividades peligrosas, establecer mecanismos de alerta temprana, desarrollar la conciencia sobre los riesgos en las comunidades aledañas, así como para fortalecer los centros de emergencias químicas y de información toxicológica para que actúen con coordinación y eficacia en estos casos. Es evidente que en México falta una ley de responsabilidad ambiental.
También es necesario que el Sistema Nacional de Protección Civil deje de centrarse en los desastres de origen natural y preste una atención adecuada a las emergencias químicas; de igual importancia es que las autoridades de salud y ambiente de los tres niveles de gobierno tengan una participación mayor y más activa en el sistema y que éste salga del control de las autoridades de gobernación.
En realidad, no sólo es importante la preparación para responder a las emergencias químicas sino para evitarlas, para ello se necesita fortalecer la aplicación de la legislación ambiental, la inspección y vigilancia.
No debe olvidarse al respecto las instancias técnicas y administrativas que deben participar en el control y evaluación de estas emergencias y emitir reglamentos para que se lleve un control puntual de todas las que ocurren en el país. De tal modo que, eventualmente, se cuente con una base de datos para determinar las sustancias que intervienen en ellas con mayor frecuencia, los sitios en que ocurren, sus consecuencias y sus costos monetarios en salud, en equilibrio ambiental y en estabilidad sociopolítica, a corto y a largo plazo.
En síntesis, es de extrema urgencia que las causas y consecuencias de las emergencias químicas en México sean motivo de un análisis serio, a partir del cual se establezca una política pública explícita para prevenirlas. Y mecanismos suficientes y adecuados para asegurar la protección de las comunidades que residen en las zonas industriales más importantes del país y cerca de las principales rutas de transporte de materiales peligrosos.

20 AÑOS DE IMPUNIDAD Y CRIMEN SIN CASTIGO

Anaversa, un crimen impune
Entre las muchas emergencias químicas graves ocurridas en el país, destaca la explosión en la planta de Agricultura Nacional de Veracruz (Anaversa), cuyas consecuencias negativas siguen vigentes veinte años después.
Antecedentes. Esta planta se estableció en Córdoba, Veracruz, en 1962, para formular, envasar, almacenar y distribuir varios plaguicidas. Se ubicaba en una zona central de la ciudad, cerca de importantes avenidas y de varias escuelas, una guardería infantil, dos iglesias, la estación del ferrocarril, una gasolinera, varias fondas, pequeños comercios y casas-habitación de nivel económico medio y bajo; en los alrededores había numerosos puestos callejeros de frutas, vegetales y comida preparada.
La empresa tenía autorización oficial para formular cinco plaguicidas: pentaclorofenol, 2,4-D, malatión, paratión metílico y paraquat, pero en las paredes del local había anuncios de varios más, lo que permite suponer que, al menos, los almacenaba y distribuía.
En el momento de la explosión, la compañía tenía licencias federales de ambiente y salud, renovadas recientemente, a pesar de que, por varias deficiencias, las autoridades de agricultura le habían negado la renovación.


Prácticamente desde que la planta inició sus operaciones, los vecinos se quejaron de efectos como irritación de ojos, nariz y garganta que asociaban con sus actividades, así como del desagradable olor alrededor de la planta, que también salía por los drenajes cuando se limpiaban las instalaciones. Inclusive, poco antes del accidente, los padres y maestras de una de las escuelas cercanas habían pedido a las autoridades municipales que la reubicaran.
Por lo tanto, la comunidad aledaña había estado expuesta, quizá desde un inicio, a varios plaguicidas: a) a través de los humos, vapores y polvos generados por la ineficiente operación de la planta, b) a través de los desechos líquidos de Anaversa que iban por el drenaje municipal hacia el arroyo El Coyol o directamente a la calle, y c) con los desechos sólidos que se enviaban al basurero municipal.
El accidente. A las 13:20 pm del viernes 3 de mayo de 1991 se inició en Anaversa un incendio, seguido de una serie de explosiones atribuidas a un corto circuito. De acuerdo con la comunidad y la prensa local, en los días previos al accidente en la planta hubo al menos tres pequeños incendios, el último de ellos, el día anterior. Es posible que ésta fuera la causa de que los extinguidores de incendios estuvieran vacíos al ocurrir el accidente.
Del local se levantó una gran columna de humo de olor desagradable que, debido al viento del norte que prevalecía en ese momento, se movió con rapidez hacia el sureste, sobre una zona de casas-habitación de nivel económico medio y bajo.
Acciones de control. Los bomberos de la ciudad, cuya central se ubicaba a corta distancia de la planta, llegaron poco después de que se inició el incendio. Este servicio estaba formado por voluntarios sin capacitación especial ni equipo adecuado, por lo que no lograron controlar el incendio. Los tuvo que apoyar una brigada de Pemex y otros grupos de respuesta a emergencias. El control del incendio requirió más de tres horas durante las cuales hubo otras cuatro explosiones.
Además de controlar el fuego, los bomberos estuvieron enfriando con agua dos tanques de 50 mil litros cada uno que contenían disolventes inflamables. Si no lo hubieran hecho, estos tanques podrían haberse incendiado y el fuego llegar a la gasolinera situada a menos de 100 metros de distancia y causado un accidente aun más grave.
El acceso a las instalaciones no fue restringido y numerosas personas participaron en el control del incendio, exponiéndose innecesariamente y dificultando la labor de los bomberos. En la zona hubo pánico y caos agravados porque era la hora de la salida de los niños de la escuelas cercanas; las autoridades municipales no aparecieron.
Acciones de la comunidad. A pesar del pánico, las actividades de la comunidad fueron muy eficientes: algunos recogieron a los niños de las escuelas cercanas, otros ayudaron a los bomberos, unos más llevaron a los afectados a los servicios de salud; cuando se controló el incendio, las amas de casa acordonaron el sitio; después, fueron reemplazadas por los dueños de los comercios cercanos y otros vecinos que acordonaron unas doce manzanas hasta que llegó el ejército.
Acciones de los dueños. La empresa informó a las autoridades las cantidades aproximadas de algunos de los productos que tenía autorización de formular: 30 mil 500 litros. Afirmó que sólo el 15% llegó fuera de las instalaciones, ya diluido con el agua que se usó para controlar el incendio. Negó que hubiera habido explosiones o intoxicación por agroquímicos. Añadió que se esparcieron cal y celita sobre el lugar para inactivar algunos de los plaguicidas. Concluyó que era muy poco probable que se contaminaran los pozos por esta causa.
La empresa no indemnizó a los afectados ni les repuso las pérdidas de cualquier tipo.


Consecuencias inmediatas. Desde lejos se podía ver la enorme nube formada por los gases, vapores y polvos del incendio y las explosiones, la cual, al ser desplazada por el viento, cubrió la tercera parte de la ciudad, que entonces tenía 153 mil habitantes.
El agua que se usó para controlar el incendio y enfriar los tanques con disolventes corrió sobre todo en dos direcciones: la primera hacia la calle y, de ahí, hacia el drenaje municipal por los arroyos La Sidra, Tepachero y Las Conchitas; la segunda, hacia el arroyo El Coyol por una conexión clandestina de la planta con el drenaje municipal. La primera de estas direcciones era muy evidente en el declive de la calle; la otra se descubrió tiempo después.
A lo largo de estos arroyos había varios pozos artesianos de los que se surtían las familias sin servicio de agua entubada. El agua de estos arroyos y pozos, inclusive algunos bastante lejanos a la planta, tomó rápidamente un color verde intenso y los peces murieron de inmediato. Aunque el color persistió por varios días, fue hasta el quinto día que las autoridades de salud clausuraron 120 pozos y proporcionaron agua a las familias afectadas.
Después del accidente. Doce horas después del accidente llegó el ejército a poner en operación el plan DN-III de control de desastres. Está diseñado para atender desastres naturales, como inundaciones, y proteger las propiedades de quienes sean evacuados; conforme a él, los soldados se limitan a acordonar la zona afectada y a apoyar en la evacuación. En este caso, 20 soldados, apoyados por 50 elementos de seguridad pública, ayudaron a evacuar a más de mil 700 vecinos en 15 colonias de la zona y acordonaron la planta hasta el día 5, cuando se retiró. Lo que la comunidad consideró prematuro pues persistía el fuerte olor. A pesar de esto, se permitió que los evacuados de la zona aledaña regresaran a sus hogares, a los que vivían más lejos se les dejó regresar a las 72 horas y a los cinco días regresaron casi todos.
No se informó claramente a los evacuados sobre las precauciones que deberían tomar al regresar a sus casas, por lo que continuó habiendo intoxicados hasta tres semanas después del accidente. Estos nuevos casos no fueron incluidos en las cifras oficiales.
Posteriormente se liberaron para su venta 978 toneladas de azúcar que estaban almacenadas frente a la planta después que se afirmó que un análisis de residuos de plaguicidas en ellas había salido negativo. No se informó dónde se realizó el análisis ni cuáles plaguicidas se buscaron; además, el secretario de Salud del estado de Veracruz autorizó que se repartieran los libros de texto de primaria de nueve zonas escolares que estaban almacenados en una escuela cerca de la planta. Los escolapios limpiaron de polvo dichos libros.
El arroyo de aguas negras hacia el sur de la planta tenía botes, latas, empaques y plásticos, lo que dificultó el paso de las aguas contaminadas procedentes del siniestro. Por eso varios días después el olor era insoportable en esa zona y se intoxicaron algunos vecinos.
En junio se encontró que las dermatitis que empezaron a padecer los vecinos se podían atribuir a que en el techo de la planta había dos agujeros por los que entraba el viento y sacaba polvo con cal que caía en la zona y en la ropa que se estaba secando al aire libre.
Todavía en septiembre de 1991, el olor a plaguicidas era claramente perceptible en la zona. Cuando llovía, el agua penetraba por los agujeros del techo y de la planta salía un líquido verdoso con el mismo olor.
Manejo de los desechos. Una parte del producto fue acarreado por el agua, se coló por las alcantarillas y llegó a la calle en donde los residuos se acumularon y una semana después del incendio seguían ahí; otra parte fue absorbida con arcilla y cal y posteriormente recogida en tambos, que se llevaron a la vecina ciudad de Fortín de las Flores en donde se depositaron atrás de un hotel hasta que las quejas por el fuerte olor obligaron a trasladarlos de nuevo.
La limpieza de las instalaciones tardó más de dos semanas; debido a que la explosión rompió el techo, y era época de lluvias, por ahí entraba el agua, arrastraba los residuos de arena, arcilla adsorbente y plaguicidas y generaba un líquido verdoso de olor desagradable que corría por las calles del barrio. Todavía dos semanas posteriores al incendio, después de un aguacero aparecían charcos con olor a plaguicidas junto a los locales donde se expendían alimentos. Los vecinos del arroyo de aguas negras reportaron que les daban mareos cada vez que llovía.
No se informó a los vecinos las precauciones que deberían tener con el polvo que entró a sus casas y cubrió sus muebles, por lo que deben haberlo barrido y enviado al basurero municipal junto con la basura normal.
El manejo de los desechos del incendio corrió a cargo de las autoridades ambientales que, a fines de mayo, informaron que en junio se enviarían al confinamiento de RIMSA en Monterrey, sin que haya constancia de ello.
El 8 de julio, la Secretaría de Salud federal revocó la autorización de Anaversa y clausuró la planta definitivamente, pero no canceló el acceso y varias personas siguieron entrando a las instalaciones.
Actividades del sector salud. La capacidad de los servicios locales de salud fue rápidamente rebasada debido al elevado número de afectados y a que se intoxicaron de manera casi simultánea; inclusive, estos servicios recurrieron al apoyo de médicos y enfermeras privados, así como de estudiantes de medicina. Algunos afectados fueron trasladados a otras ciudades por la gravedad de sus síntomas o porque ya no hubo sitio en los hospitales cercanos.
Además de las limitaciones en su capacidad, el sector salud tampoco estaba preparado para atender a los intoxicados, pues el personal tenía un conocimiento superficial de los efectos adversos de los plaguicidas organofosforados (OF), no conocía los de otros plaguicidas y no contaba con antídotos para ninguno de ellos; independientemente de sus síntomas, trataron de la misma manera a todos los afectados.
Según datos oficiales, en las instituciones de salud locales fueron atendidas 292 personas, todas ellas con debilidad muscular, 95%, náuseas y 56% dolor abdominal, dificultad respiratoria y/o visión borrosa. Es posible que muchas más hayan tenido manifestaciones subclínicas y que la cifra oficial corresponda sólo a quienes tuvieron síntomas más graves pues, por lo menos 30% de los encuestados en el estudio epidemiológico posterior, dijeron haber tenido uno o más efectos agudos que pudieran asociarse con la exposición a plaguicidas.
Las primeras intoxicaciones se atribuyeron a la inhalación de humos y polvos generados por el incendio y las explosiones. Entre los más afectados estuvieron los bomberos, los residentes que ayudaron durante la emergencia y quienes se abastecían de los pozos artesianos. Sin embargo, a causa de la dispersión de humos y polvos con el viento, hubo intoxicados en zonas alejadas de la planta. También deben haber sido muy afectados los soldados, pero se desconoce su número y si tuvieron síntomas de intoxicación, pues el ejército se negó a que participaran en el estudio epidemiológico.
En marzo de 1992, persistían nerviosismo, agotamiento y debilidad muscular en quienes habían estado intoxicados.
A principios de 1993 empezaron a aparecer en la comunidad afectada algunos casos de anemia aplástica, trombocitopenia y alergias, ante lo que la comunidad solicitó que las autoridades le informaran sobre los resultados del estudio epidemiológico, que se suponía ya debería estar terminado. Por sus resultados, así como las pruebas de que había efectos adversos a largo plazo, las autoridades de salud decidieron continuar el estudio por tres años más, establecer una unidad de salud en Córdoba e informar a la comunidad de estos planes y sus resultados, nada de lo cual cumplieron.
Las actividades para evaluar la exposición fueron muy pocas y severamente deficientes, sobre todo porque se realizaron días o meses después del accidente. Aproximadamente un mes después se inició un estudio de colinesterasa en 138 individuos, el cual se interrumpió 18 meses después, porque sólo fue posible obtener 16 muestras.
Cinco meses después del accidente se tomaron muestras de agua y sedimento de los arroyos y los alrededores de la planta para determinar plaguicidas; se dijo que fueron positivas, pero no cuáles plaguicidas se identificaron en ellas. Esos resultados no se consideran válidos ya que: a) por el tiempo transcurrido, muchos contaminantes se pudieron haber degradado, b) el muestreo no tomó en cuenta las probables rutas de dispersión de los contaminantes, c) las muestras no se obtuvieron conforme a un procedimiento estandarizado, d) no se analizaron en laboratorios especializados y e) no se buscaron las dioxinas y furanos que podían haberse formado de durante el incendio. En resumen, ninguna de estas actividades fue adecuada. Fueron inútiles.
Para evaluar los efectos agudos se realizaronlos estudios de colinesterasa y epidemiológico ya mencionados, centrados en los efectos de los plaguicidas organofosforados (OF). No tuvieron en cuenta los efectos de otros plaguicidas ni la posibilidad de que en los humos y polvos, así como en el agua, hubiera productos de reacción, como dioxinas y furanos.


En cuanto a las actividades para evaluar los efectos a largo plazo, entre mayo de 1991 y octubre de 1992 la Dirección General de Epidemiología de la Secretaría de Salud realizó un estudio epidemiológico enfocado, sobre todo, a evaluar los efectos a largo plazo de la exposición a plaguicidas OF. Conforme a sus resultados, en la zona de alto riesgo hubo mil 854 afectados, con 379 viviendas, y 6% de enfermos. Por su parte, la Pastoral Social de la ciudad hizo un censo de 300 personas con síntomas, en el que aparecían algunas que no se incluyeron en la encuesta de la secretaría, por lo que la comunidad pidió que todos los enfermos tuvieran atención médica adecuada y se les realizaran los estudios necesarios, lo que no ocurrió.
Por lo que se refiere a la generación de dioxinas durante el accidente, por presiones de la comunidad, en julio de 1992 se tomaron tres muestras de suelo las cuales se analizaron en los laboratorios de la Chemical Waste Management en Estados Unidos, para buscar dioxinas y furanos, pues México carecía (y carece) de la capacidad analítica para estos estudios. En las tres muestras se identificaron diversas dioxinas y furanos con concentraciones totales de 16 mil 421, 45 mil 800, y 220 mil pg/g, que exceden con mucho lo aceptable para estos contaminantes. Pese a ello, las autoridades de salud concluyeron que estos datos sólo indicaban la posibilidad de contaminación del entorno por dioxinas y propusieron que se analizara el tejido adiposo de algunos expuestos, lo no se realizó.
Quejas de la comunidad. Las quejas de la comunidad se centraron en a) la responsabilidad moral de las autoridades ante la comunidad, b) el vacío de información y, en especial, c) el informe falso que presentó la empresa negando que hubiera habido una explosión e intoxicados y en el cual dio datos sobre las sustancias que se derramaron y sus cantidades aproximadas.
Tomando en cuenta la falsedad de esas declaraciones, la comunidad concluyó que se ignoraba qué sustancias se derramaron y que, además de los plaguicidas, la población estuvo expuesta a los disolventes y a los productos de la combustión. Nunca se supo cuáles plaguicidas había en la planta en el momento del accidente ni cuáles formulaba o almacenaba.
Aunque la comunidad había perdido la confianza en las autoridades porque no recibió atención médica adecuada, se declaró dispuesta a colaborar pero solicitó atención de mejor nivel para los enfermos (a quienes se les negó acceso a sus expedientes) y apoyo para estudios más profundos. También preguntó sobre el significado estadístico de los resultados del estudio epidemiológico realizado por la secretaría citada y si, con base en ellos, se podía afirmar que hubo daño a la salud. Nunca respondió.
Fideicomiso. El gobernador del estado aportó dinero para formar un fideicomiso en apoyo de los afectados pero el alcalde lo aplicó a otros fines.
Comisión Nacional de Derechos Humanos. Un mes después del accidente, la comunidad presentó una queja ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la cual, después de evaluar los acontecimientos, en su recomendación 99/91 del 29 de octubre, consideró que las autoridades federales de ambiente y salud habían sido omisas en sus responsabilidades y causado la violación de los derechos constitucionales de los afectados debido a que, conforme a la legislación vigente, las actividades de la empresa eran extremadamente peligrosas para la salud y el ambiente y requerían precauciones especiales para el manejo de las sustancias.
Entre las principales omisiones, la CNDH señaló que, en la empresa: a) el manejo de los materiales peligrosos no fue adecuado, b) los mecanismos de seguridad eran deficientes, c) los desechos de su funcionamiento no eran bien manejados, d) no había un sistema para enfrentar contingencias químicas, y e) no se cumplía con las más elementales normas de higiene y mantenimiento, a pesar de lo cual, y de las frecuentes quejas de la población aledaña, la planta tenía licencias renovadas en fecha reciente por las autoridades de salud y ambiente.
La CNDH cuestionó se le hubiera permitido operar por más de veinte años sin que cumpliera con los requisitos de seguridad que se le debieron exigir desde un principio. Destacó que era inexplicable que cinco meses antes del siniestro la delegación estatal de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología hubiera considerado que las condiciones de seguridad de la empresa eran aceptables, a pesar de que violaba flagrantemente múltiples disposiciones legales. Y que, después del incendio, la propia delegación hubiera determinado que la empresa había incumplido con la mayoría de las condiciones que se le habían impuesto.
La CNDH determinó que las autoridades competentes actuaron demasiado tarde al imponer sanciones a la empresa después del desastre, el cual causó serias afectaciones a la salud de la población y al ambiente y puso en riesgo la estabilidad ecológica de la ciudad, enfatizando que el inmueble ya estaba remozado y casi listo para reanudar actividades, a pesar de que las autoridades federales de ambiente se habían comprometido a evaluar los riesgos de su demolición, así como a presentar el Plan de Contingencia Ambiental para Sustancias Químicas y los avances del estudio de impacto ambiental que comisionó al Instituto de Ecología, AC, sin cumplir ninguna de estas promesas.
En cuanto a las autoridades federales de salud, la CNDH notó que la licencia sanitaria tenía vigencia hasta octubre de 1992, lo que hacía suponer que se le otorgó sin valorar las condiciones de operación de la empresa y consideró que la falta de apego a las normas en la materia, el descuido y la negligencia contribuyeron al siniestro. Sobre la queja de la población afectada respecto a la falta de informes de las acciones de estas autoridades después del incendio, afirmó que la SSA se había comprometido a enviar un informe, pero no lo hizo.
Considerando que las consecuencias del incendio de Anaversa eran graves y que las afectaciones al ambiente y la salud pudieran ser irreversibles, la CNDH consideró esencial que se diseñaran programas de prevención y control de dichos efectos. Y, en vista de las propiedades del 2,4-D, recomendó que se desarrollara la metodología necesaria para determinar dioxinas en los expuestos, lo que tampoco se hizo.
Finalmente, la CNDH consideró que hubo daños a la salud de la población y contaminación de agua, suelo y plantas en la zona afectada y recomendó a las instancias federales correspondientes que: a) ordenaran una investigación exhaustiva de los motivos por los cuales se le renovaron a Anaversa las licencias sanitaria y de funcionamiento, cuando era evidente que no reunía los requisitos indispensables para operar y b) informaran a la población de Córdoba y a la CNDH, de manera clara y permanente, sobre los avances de los estudios y acciones que llevaran a cabo a raíz del incendio.
A la de Salud le recomendó que realizara: a) un censo integral de la población que estuvo expuesta de manera aguda (bomberos, cuerpos de rescate, voluntarios, obreros y vecinos de la planta) y b) estudios epidemiológico y de colinesterasa complementarios de los que tenía en curso e informara periódicamente a la CNDH de sus avances.
A la SEDUE le solicitó que 1) llevara a cabo los estudios necesarios para determinar la pertinencia de demoler el inmueble de Anaversa, 2) difundiera ampliamente entre la opinión pública el Plan Nacional de Contingencia para Accidentes Ambientales, incluyendo cuándo y cómo debía operar, así como los organismos responsables de realizarlo, señalando claramente las responsabilidades de cada uno.
A pesar de la resonancia nacional e internacional, bastaron pocos años para que este caso pasara al olvido oficial. Y lo peor: que en 1999 la CNDH declarara que esta recomendaciónhabía sido“totalmente cumplida” aunque las autoridades de salud y ambiente no lo hubieran hecho.
Deficiencias que afectaron la eficacia de las acciones
Después del incendio se supo que las autoridades municipales y el cuerpo de bomberos suponían que Anaversa era solamente un almacén y distribuidora de plaguicidas y desconocían sus actividades de formulación. Por lo tanto, cuando acudieron a controlar el incendio, los bomberos no iban preparados para lo que encontrarían, aunque, de todos modos, por su condición de voluntarios, no habían sido capacitados para enfrentarse a una emergencia de este tipo y magnitud. No contaban con equipo de protección adecuado y estuvieron excesivamente expuestos a diversas sustancias tóxicas y, por lo tanto, en riesgo grave de desarrollar enfermedades a largo plazo.


Los dueños de la planta no proporcionaron una lista comprobable de los productos que se formulaban o almacenaban allí y de las materias primas respectivas, las que hasta el momento se desconocen.
No se tenía información sobre los posibles productos de degradación y reacción de los plaguicidas que se incendiaron; mucho menos sobre sus efectos adversos a corto y largo plazo sobre la salud. Sin embargo, por las características de dos de ellos (pentaclorofenol y 2,4-D), las consecuencias del accidente tenían forzosamente que ser muy graves, puesto que, al estar sometidos a altas temperaturas, esos plaguicidas generan dioxinas, contaminantes de elevada persistencia y gran toxicidad crónica, lo que las autoridades locales y las federales de salud y ambiente prefirieron ignorar.
Debido a que la conexión de la planta con el drenaje municipal era clandestina, en un principio no se supo cuál era la ruta del drenaje de la planta lo que impidió que las autoridades clausuraran de inmediato los pozos contaminados.
No existía un plan local para enfrentar emergencias químicas. Este sigue siendo el caso, ahí y en el país, como lo demuestran las emergencias químicas posteriores.
Evaluación de las acciones de las autoridades de salud. Inmediatamente después del incendio, el sector salud debió compilar una lista exhaustiva de los expuestos, incluyendo los residentes a lo largo de los arroyos La Sidra, Tepachero y Las Conchitas, y de quienes obtenían agua de pozos artesianos asociados con estos arroyos.
También, convocar a los expertos en este tipo de problemas, en particular sobre los efectos adversos de plaguicidas y dioxinas, para que diseñaran un plan de seguimiento a largo plazo. Debió asegurarse de que en el diseño del cuestionario para el estudio epidemiológico participaran toxicólogos y expertos en química de plaguicidas para asegurar que dicho cuestionario cubriera los principales riesgos de los expuestos.
Igualmente, buscar de inmediato apoyo para realizar el muestreo y los análisis de agua, suelos y alimentos y, después, para los de tejido adiposo u otros tejidos humanos en busca de las dioxinas que se pudieron formar durante el incendio.
En cuanto a las acciones para evaluar los efectos a largo plazo, el estudio epidemiológico debió incluir preguntas sobre los posibles efectos adversos para la salud debidos a otros plaguicidas que pudieron estar presentes en el accidente. Además, el personal de salud de la ciudad debió recibir información y capacitación para detectar los efectos a largo plazo de dichos plaguicidas, así como los de sus posibles productos de reacción y degradación, para dar atención adecuada a los enfermos.
Otras autoridades. Las autoridades estatales demostraron una gran irresponsabilidad e ignorancia al dotar de una suma muy baja al fideicomiso que debería haberse constituido para atender a los afectados por el accidente, como si éstos fueran a padecer una enfermedad leve y de corta duración.
Por su parte, las autoridades municipales también demostraron irresponsabilidad e ignorancia cuando, amparadas en la negativa de las autoridades de salud a reconocer que los síntomas de los afectados estaban relacionados con la explosión, dedicaron el dinero que debió depositarse en un fideicomiso a construir una reja para un “parque ecológico” privado, negándoles a los enfermos el escaso apoyo que hubieran podido darles.
Algunas lecciones de Anaversa
En el nivel local. Las autoridades municipales en las zonas industriales del país deben estar informadas de todas las empresas químicas que allí operan, tenerlas ubicadas en un mapa, mantener una vigilancia continua sobre ellas, asegurarse de que tienen licencias válidas y, mediante visitas ocasionales no programadas, cerciorarse de que operan de acuerdo con la legislación vigente.
Los bomberos y los grupos de salud locales deben tener acceso a la información anterior para estar preparados en caso de emergencias, incluyendo los materiales adecuados contra incendios, equipo de protección, antídotos, etcétera.
Las empresas que se encuentren en áreas urbanas deben ser reubicadas.
En el nivel nacional. Debe existir un plan nacional, con componentes regionales y locales, para enfrentar estas emergencias, ya que el Plan DN-III en vigor no es adecuado.
En sitios con industrias químicas, las comunidades deben ser informadas y capacitadas para actuar correctamente en caso de una emergencia.
Debe haber colaboración entre toxicólogos y epidemiólogos para planear los estudios de seguimiento a largo plazo de dichas emergencias.
Debe establecerse una red nacional de laboratorios especializados en análisis de residuos y análisis especiales. Esta red debe intercalibrarse con laboratorios internacionales y contar con sistemas de aseguramiento de la calidad.
El accidente de Dragón, 2010


A finales de los años 80 del siglo pasado, se estableció en los terrenos abandonados de un antiguo campo de aviación civil, en el Barrio de Santiago Mihuacán, Izúcar de Matamoros, Puebla, la empresa Maquiladora de Polvos, SA de CV, filial de Agricultura Nacional, al igual que Anaversa.
Como consecuencia del accidente de ésta, los vecinos de Córdoba impidieron que la empresa se reinstalara ahí, por lo que se trasladó a Izúcar de Matamoros, en donde, en febrero de 1996, inauguró dos plantas de plaguicidas: una productora de polvos e inertes y una envasadora de plaguicidas. A partir de ese año, empezaron a funcionar en ese sitio las empresas Dragón, Inertes e Insecticidas de Izúcar, Agricultura Nacional, Compañía Maquiladora de Polvos, Transportadora Dragón y Servicio de Transporte de Carga Dragón, dedicadas a la producción, maquila y transporte de 27 plaguicidas, 17 herbicidas y dos rodenticidas.
Estas empresas han tenido varios problemas de seguridad; por ejemplo, según testimonio de un trabajador, en el año 2000, en Agricultura Nacional explotaron cuatro tambos, con 198 kilos de monocrotofós cada uno. Según el Primer Listado de Actividades Altamente Riesgosas (DOF, 28/03/1998), el derrame de un solo kilo de este plaguicida hubiera sido suficiente para causar una afectación significativa a la población o a sus bienes y se debió reportar a la autoridad; sin embargo, no se informó a la población de Izúcar ni a las autoridades.
En general, Agricultura Nacional actuó continuamente con negligencia y descuido. Era común que entregara a escuelas de la región, tambos vacíos que contuvieron plaguicidas para ser usados como recipientes para basura. Otras veces, empleados de la empresa se llevaban a sus hogares la madera de las tarimas contaminadas con derrames de plaguicidas y las utilizaron como cercas o combustible para preparar sus alimentos. Otros construían sus jacales con estas tablas, a pesar de su desagradable olor.
Aproximadamente a las 10:30 de la noche del 24 de marzo de 2010, dos tambos que contenían dimetoato, según Agricultura Nacional, hicieron explosión causando alarma en los habitantes de la zona. No hubo confirmación oficial o independiente de que efectivamente se haya tratado de este producto y esas cantidades y no de otro o varios más.
A pesar de que la Secretaría de Salud del estado reportó 128 intoxicados por este accidente, el secretario de Gobernación y el director de Protección Civil de Puebla manifestaron que el dimetoato no era peligroso.
El 24 de marzo se organizó una marcha en la que algunos vecinos exigieron al presidente municipal la salida de la empresa Agricultura Nacional. Después de la marcha, unos 300 pobladores nombraron un Consejo Ciudadano para hacerse cargo de la defensa de la comunidad contra la empresa Dragón. Entre las primeras acciones de este consejo estuvo exigir a la empresa que retirara todas las sustancias peligrosas que existían en ella, lo que los dueños aprovecharon para retirar toda evidencia que los pudieran comprometer por el manejo inseguro de sus productos y materias primas.
A raíz de este accidente, las autoridades federales y estatales anunciaron la clausura de la empresa por tres meses para hacer el “estudio de impacto ambiental”, a pesar de que dicho estudio debería haberse presentado y aprobado antes de que se inaugurara la planta.
Un año después del accidente, en la parte legal se han entregado documentos exponiendo el problema al gobierno estatal y federal. El primero no ha contestado y el segundo envió el asunto a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, (Profepa), para que lo atienda. También se han presentado denuncias ciudadanas en materia ambiental a la delegación Puebla de Profepa. La Presidencia Municipal mantiene clausurada a la empresa por presión del movimiento ciudadano.
La empresa amenazó con demandar a dicha presidencia y a los miembros del Consejo Ciudadano por daños y pérdidas por más de 60 millones de pesos y asegura que se reinstalará; sostiene que, según las autoridades federales del ambiente, no es ningún riesgo para la población del municipio poblano. Se dice que la empresa compró la radiodifusora local en donde había programas de denuncia ciudadana, por lo que esos programas dejaron de trasmitirse.
Mientras tanto, la comunidad se organiza y coopera para poner una radio comunitaria y difundir la información del movimiento ciudadano y siguen tratando de impedir la reinstalación. El presidente municipal que tomó posesión el 15 de febrero, dijo que seguirá apoyando a la ciudadanía y no concederá licencia a Dragón.
Anaversa y las recomendaciones internacionales
Entre otras, las recomendaciones de la Cumbre de Río especifican que los gobiernos, las organizaciones internacionales correspondientes y la industria, deben cooperar para desarrollar políticas nacionales y adoptar el marco regulatorio necesario para la prevención de emergencias químicas y la preparación de la respuesta a ellas y detallan los requisitos para informar de las emergencias químicas y para contribuir al directorio internacional de centros regionales de respuesta. También se especifica que quienes manejen sustancias peligrosas deben preparar planes de respuesta para las emergencias que puedan ocurrir en sus instalaciones y fuera de ellas y procedimientos para efectuar dicha respuesta.
Para el cumplimiento de dichas recomendaciones, se menciona que es urgente: reunir y difundir en el país información reciente sobre las sustancias peligrosas y desarrollar la capacidad nacional para: evaluar los riesgos asociados con estas sustancias, hacer frente a emergencias relacionadas con ellas, atender a las personas intoxicadas, rehabilitar los lugares contaminados, adoptar una política nacional de control de riesgos y desarrollar programas eficaces de educación al respecto.
Como lo demuestran ampliamente los casos de Anaversa y Dragón, estas recomendaciones están lejos de cumplirse en México y las comunidades. Especialmente los vecinos de industrias que manejan sustancias peligrosas siguen expuestos a todo tipo de emergencias químicas a pesar del creciente número de leyes y reglamentos que se emiten, pero no se aplican.

LA HERENCIA DE AGRICULTURA NACIONAL DRAGON

La cifra real podría llegar a 5 mil, afirma dirigente

Al menos mil 500 muertes, el legado de Anaversa en 16 años

ANDRES T. MORALES CORRESPONSAL
Ampliar la imagen En imagen de archivo, un hombre hace una pintura alusiva al desastre en Anaversa, el cual ha causado hasta la fecha al menos mil 500 muertes por cáncer En imagen de archivo, un hombre hace una pintura alusiva al desastre en Anaversa, el cual ha causado hasta la fecha al menos mil 500 muertes por cáncer Foto: Miguel Carmona
Ampliar la imagen Instalaciones de lo que fue la fábrica de pesticidas y fertilizantes Agricultura Nacional de Veracruz (Anaversa), donde hace 16 años ocurrió uno de los peores accidentes de la industria química en el continente, cuyas secuelas persisten Instalaciones de lo que fue la fábrica de pesticidas y fertilizantes Agricultura Nacional de Veracruz (Anaversa), donde hace 16 años ocurrió uno de los peores accidentes de la industria química en el continente, cuyas secuelas persisten Foto: Miguel Carmona
Veracruz, Ver., 2 de mayo. A 16 años de una explosión en la fábrica de pesticidas y fertilizantes Agricultura Nacional de Veracruz (Anaversa), se han documentado mil 500 fallecimientos en Córdoba a consecuencia de diversois tipos de cáncer provocados por el contacto con dioxinas que se generaron por la mezcla y combustión de químicos que se almacenaban en dicha planta.
Esta cifra es conservadora, sostuvo la presidenta de la Asociación de Enfermos y Afectados de Anaversa, Rosalinda Huerta Rivadeneyra, pues sólo corresponde al padrón documentado por ese organismo, y no descartó que el número de decesos supere 5 mil personas.
Este 3 de mayo se cumple un año más de uno de los peores desastres químicos del continente.
Un grupo de cordobeses, familiares y vecinos de las víctimas, exigió la reapertura del expediente, integrado por diversas instancias federales en 1991, para sancionar a los responsables.
''Nadie fue castigado. Nadie está en la cárcel y nunca hubo justicia para las víctimas'', acusó Huerta Rivadeneyra.
En entrevista, Rosalinda Huerta recordó que un cortocircuito en la planta -ubicada en la prolongación de la avenida 11 de Córdoba- causó una explosión, el derrame y la combustión de miles de litros de químicos usados para fabricar fertilizantes y pesticidas.
Según el inventario obtenido por la Asociación de Enfermos y Afectados de Anaversa, al momento del accidente se mezclaron, quemaron y esparcieron al menos 18 mil litros de paratión metílico, 8 mil litros de paraquat, mil 500 litros de pentaclorofeno y 3 mil litros de 2.4D, plaguicidas de alta toxicidad para entonces prohibidos en Europa y Estados Unidos.
Refirió que un estudio realizado por peritos de la empresa Chemical Waste Management (administración de desechos químicos, en inglés) indicó que la combinación de esos químicos formó dioxinas de largo efecto, con elementos organoclorados que contaminaron la zona (al menos 20 colonias) y a los habitantes que tuvieron contacto con los vapores y el humo tóxicos. Además, los químicos se infiltraron en los mantos freáticos.
''Después vinieron las secuelas de largo plazo: prolongadas agonías, muertes, y la indiferencia gubernamental para atender a los enfermos'', expuso Huerta.
Desde julio de 1991, dos meses después de la explosión, la asociación comenzó a levantar un padrón de habitantes de la región que tuvieron contacto con las dioxinas. A la fecha mil 500 han perecido por cáncer.
''Es una cifra muy conservadora, sólo de los casos que pudimos documentar y a los que dimos seguimiento, pero el número se quintuplica: no menos de 5 mil personas habrían corrido la misma suerte, pero fueron muertes silenciosas, sin asistencia médica e ignoradas'', sostuvo.
Entre los padecimientos reportados entre la comunidad destacan linfomas de Hodgkin, aplasia medular, neuropatía lúpica, leucemia linfoblástica y tumores cancerígenos en pulmón, ojos, cuello, garganta, riñón, hígado y garganta, ''sin contar con las secuelas genéticas, como niños nacidos con espina bífida, anencefalia (sin masa cerebral) y daños neurológicos'', abundó.
Luego de pagar una multa de 119 mil pesos por los daños, los dueños de Anaversa, Luis Javier y Alfonso Quijano, cobraron una póliza por 700 mil pesos de la firma Seguros Zurich-Chapultepec y cambiaron la fábrica al municipio de Izúcar de Matamoros, Puebla, con el nombre de Dragón (también conocida como Compañía Maquiladora de Polvos).
Huerta Rivadeneyra dijo que, a 16 años de la tragedia, tampoco se ha cumplido la recomendación 99/91 de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), dirigida al entonces secretario de Desarrollo Urbano y Ecología, Patricio Chirinos Calero (posteriormente gobernador de Veracruz), y a Jesús Kumate, ex secretario de Salud.
''La recomendación pedía investigar la entrega de licencias de operación para Anaversa, que no cumplía las normas de seguridad indispensables; levantar un censo de personas afectadas y realizar monitoreos epidemiológicos. Nada se cumplió'', acota.
El primero de junio, anticipó la activista, se realizará un foro en la ciudad de Córdoba para hacer una petición formal a fin de que se reabra el expediente y se realicen nuevos análisis de contaminación y monitoreo epidemiológico entre los pobladores.
"La contaminación sigue. La vida activa de las dioxinas no es inferior a 50 años. Debe retomarse el caso para hacer justicia'', dijo la activista, quien anunció que la solicitud de reabrir el expediente de Anaversa también será enviada a la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, que en 1999 inició la documentación del caso, pero quedó inconclusa